Vioxx

Aunque las normas que regulan la investigación de los efectos de los medicamentos se endurecieron considerablemente, y se introdujeron las mejores prácticas para investigar, ni tan siquiera su estricto cumplimento es garantía absoluta de la inocuidad de los mismos.

Los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) son un buen ejemplo de por qué es necesaria la farmacovigilancia. Los AINE generalmente se usan para aliviar el dolor y reducir la inflamación en diversos padecimientos (por ejemplo, la artritis) y también para bajar la temperatura en los pacientes con fiebre. Entre los AINE «tradicionales» se incluyen muchos fármacos de venta libre, como la aspirina y el ibuprofeno. Tienen efectos colaterales conocidos, entre ellos, irritación gastrointestinal, lo que deriva en dispepsia («indigestión»), a veces hemorragias y hasta úlceras gástricas (en el estómago). Por consiguiente, había una buena razón para que las compañías farmacéuticas analizaran si podían desarrollar antiinflamatorios no esteroideos que no causaran estas complicaciones.

El rofecoxib (más conocido por su nombre comercial, Vioxx, pero también comercializado como Ceoxx y Ceeoxx) se introdujo en 1999 como una alternativa supuestamente más segura que los compuestos tradicionales. En poco tiempo se convirtió en una prescripción común. Un poco más de cinco años después, el fabricante de Vioxx lo retiró del mercado debido al aumento en el riesgo de complicaciones cardiovasculares, como ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Entonces, ¿qué sucedió?

La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de los Estados Unidos aprobó el Vioxx en 1999 para el «alivio de los signos y síntomas de la artrosis, el tratamiento del dolor agudo en los adultos y el tratamiento de los síntomas menstruales [es decir, de los dolores menstruales]».

Posteriormente, la FDA autorizó el uso de Vioxx para tratar los signos y síntomas de la artritis reumatoide en adultos y niños. Durante el desarrollo de Vioxx, los científicos de la empresa farmacéutica se dieron cuenta de los efectos potencialmente nocivos en los mecanismos de coagulación de la sangre, los cuales podrían aumentar el riesgo de formación de coágulos. No obstante, los estudios, generalmente de pequeña magnitud, que se presentaron a la FDA para la aprobación del fármaco, se concentraron en la evidencia científica del efecto antiinflamatorio del Vioxx y no estaban diseñados para analizar las posibles complicaciones. [4]

Antes de la aprobación de la FDA, la empresa ya había iniciado un gran estudio diseñado principalmente para comparar los efectos colaterales intestinales con aquellos producidos por otro AINE, el naproxeno, en pacientes con artritis reumatoide. Una vez más, el estudio no estaba diseñado específicamente para detectar complicaciones cardiovasculares. Además, con posterioridad surgieron dudas respecto de los conflictos de intereses entre los miembros del comité de vigilancia de datos y seguridad del estudio (los comités responsables de la vigilancia de los resultados acumulados de los estudios para determinar si hay alguna razón para detener la investigación).

Sin embargo, resultados demostraron que el Vioxx causaba menos episodios de úlceras gástricas y hemorragias gastrointestinales que el naproxeno, aunque revelaron un número mayor de ataques cardíacos en el grupo que recibió Vioxx. Aun así, el informe del estudio, publicado en una importante revista médica, recibió muchas críticas. Entre los defectos del estudio, vale destacar que los resultados se analizaron y se presentaron de tal forma que se minimizara la gravedad de los riesgos cardiovasculares. El director de la revista alegó posteriormente que los investigadores habían ocultado datos críticos sobre estos efectos colaterales.

Sin embargo, los resultados que se presentaron a la FDA en 2000, y que el Comité Asesor sobre Artritis (Arthritis Advisory Committee) analizó en 2001, avaló la decisión de la FDA de modificar la información sobre la seguridad del Vioxx en la etiqueta, para advertir sobre un mayor riesgo de ataques cardíacos y de accidentes cardiovasculares.

La compañía farmacéutica siguió estudiando otros usos del Vioxx y en 2000 comenzó un estudio para determinar si el fármaco prevenía la formación de pólipos (pequeños tumores benignos que, con el tiempo, pueden malignizarse) colorrectales (en el intestino grueso).

En 2004, el fabricante retiró Vioxx del mercado como consecuencia de este estudio, que se detuvo de forma prematura cuando los resultados provisionales demostraron que el fármaco se asociaba con un aumento en el riesgo de complicaciones cardiovasculares.

En el informe publicado, los autores del estudio, que eran empleados del fabricante o o consultores externos remunerados por la empresa, afirmaron que las complicaciones cardiovasculares solo aparecieron después de 18 meses de uso del Vioxx. Esta aseveración se fundaba en un análisis lleno de errores, y luego fue corregida formalmente por la revista que había publicado el informe. Frente a las numerosas demandas legales subsiguientes por parte de los pacientes, el fabricante sigue alegando que actuó responsablemente en todo momento, desde los estudios previos a la aprobación hasta la vigilancia de la seguridad posterior a la comercialización de Vioxx. También reafirmó que considera que la evidencia científica demostrará que la responsabilidad no fue del Vioxx, sino de los factores preexistentes de riesgo cardiovascular. [5]

Cincuenta años después de la talidomida, el escándalo Vioxx indica que todavía hay mucho que hacer para garantizar que los tratamientos se prueben de manera imparcial, que el proceso sea transparente y la evidencia científica contundente.

Tal como lo expresa un grupo de comentaristas:

‘Nuestro sistema depende de ubicar en primer lugar los intereses de los pacientes. Las colaboraciones entre investigadores, médicos en ejercicio, la industria y revistas médicas son fundamentales para desarrollar el conocimiento y mejorar la atención de los pacientes. En esta alianza la confianza es un elemento necesario, pero la evidencia científica reciente obligó a establecer sistemas adecuados que protejan los intereses de los pacientes. La única forma de extraer algo positivo de este desafortunado caso es a través del compromiso renovado de todas las partes interesadas y de la institución de estos sistemas’. [4]