Tratamientos con efectos drásticos

A veces los pacientes presentan respuestas a los tratamientos que difieren tan drásticamente de sus propias experiencias pasadas y de la evolución natural de su enfermedad, que se pueden sacar conclusiones seguras sobre los efectos de los tratamientos sin pruebas realizadas minuciosamente. [3]

En el caso de un paciente con un pulmón colapsado (neumotórax), la inserción de una aguja en el tórax para dejar salir el aire atrapado provoca un alivio tan inmediato que los beneficios de este tratamiento son claros. Otros ejemplos de efectos drásticos incluyen la morfina para el dolor, la insulina en el coma diabético y las articulaciones artificiales de cadera para el dolor de la artritis.

Algunas veces los fármacos provocan reacciones alérgicas graves, incluso mortales; otros efectos alarmantes son las raras deformidades en extremidades causadas por la talidomida.

Sin embargo, tales efectos drásticos de los tratamientos, ya sean beneficiosos o perjudiciales, son raros.

La mayoría de los efectos de los tratamientos son más modestos, pero vale la pena conocerlos. Por ejemplo, se necesitan pruebas realizadas minuciosamente para identificar qué dosis o formas de administrar la morfina son eficaces y seguras; o si la insulina obtenida por ingeniería genética tiene alguna ventaja sobre las insulinas de origen animal; o si se justifica el costo extra de una cadera artificial nueva en el mercado, que es veinte veces más costosa que la prótesis más económica, en términos que los pacientes puedan apreciar.

En estas circunstancias habituales, todos debemos evitar las comparaciones tendenciosas (sesgadas) y, como consecuencia, las conclusiones erróneas.