Accidente cerebrovascular
Otro ejemplo de investigación innecesaria, una vez más debido a que no se habían reunido y analizado los resultados de estudios anteriores, atañe al tratamiento de los accidentes cerebrovasculares con un fármaco llamado nimodipina (perteneciente al grupo de fármacos denominados antagonistas del calcio).
Si fuera posible limitar el grado de daño cerebral en los pacientes que sufren un accidente cerebrovascular, sus probabilidades de discapacidad se reducirían. A partir de los años ochenta, después de obtener resultados alentadores en algunos experimentos con animales, el uso de la nimodipina para este fin se evaluó en pacientes que habían sufrido accidentes cerebrovasculares.
Si bien un ensayo clínico realizado en pacientes con accidentes cerebrovasculares, publicado en 1988, sugería un efecto beneficioso, los resultados de varios ensayos clínicos de la nimodipina y otros antagonistas del calcio fueron discordantes.
Cuando en 1999 se revisó sistemáticamente la evidencia científica acumulada de ensayos clínicos que estudiaron casi 8000 pacientes, no se halló ningún efecto beneficioso de los fármacos. [14] Dado que el uso de la nimodipina al parecer se había basado en datos científicos sólidos, ¿cómo pudo ocurrir esto?
A la luz de los resultados de las investigaciones en pacientes, por primera vez se examinaron correctamente los hallazgos obtenidos en los experimentos con animales. Solo cuando se hicieron revisiones sistemáticas de los estudios con animales quedó claro que el diseño de la experimentación animal generalmente era deficiente y los resultados estaban plagados de sesgos y, por lo tanto, eran poco fiables.
En otras palabras, para empezar no había habido una justificación convincente para llevar a cabo ensayos en pacientes con accidente cerebrovascular. [15]