Tratamientos intensivos para el cáncer de mama
Los tratamientos recomendados para el cáncer de mama, que suelen aparecer en las noticias, nos ofrecen algunas enseñanzas especialmente valiosas acerca de los peligros de suponer que los tratamientos más intensivos son necesariamente beneficiosos.
A lo largo del siglo XX y en el XXI, las mujeres con cáncer de mama han recibido y exigido algunos tratamientos sumamente brutales y aflictivos. Algunos de estos tratamientos, tanto quirúrgicos como médicos, rebasaron por mucho lo que en realidad se necesitaba para combatir la enfermedad. Pero también fueron innegablemente populares con algunas pacientes y sus médicos. Las pacientes estaban convencidas de que, cuanto más radical o tóxico el tratamiento, más probabilidad tendría de «dominar» al cáncer.
Transcurrieron muchos años antes que aquellos médicos y pacientes preparados para cuestionar las visiones ortodoxas de la afección comenzaran a cambiar el curso de esta errónea creencia. No solo tuvieron que obtener pruebas científicas fiables para acabar con el mito de «cuanto más, mejor», sino también sufrir el escarnio por parte de sus colegas y la resistencia de muchos profesionales eminentes.
Hoy en día, el temor, combinado con la creencia de que más seguramente es mejor, aún guía la elección del tratamiento, aunque no se haya demostrado que sea mejor que otros métodos más simples y aunque los daños conocidos sean considerables, incluida la posibilidad de muerte a causa del tratamiento mismo.
Por ejemplo, este modo de pensar aún lleva a algunas pacientes y a sus médicos a optar por la cirugía «tradicional» mutiladora. Otros eligen la quimioterapia en dosis altas, con sus conocidos efectos colaterales desagradables y dolorosos, o el medicamento Herceptin, que puede causar problemas cardíacos graves, aún cuando tratamientos más sencillos bastarían. ¿Cómo es posible?