Medicamentos para corregir los trastornos del ritmo cardíaco en los pacientes que habían sufrido ataques cardíacos

La recomendación del doctor Spock  puede haber parecido lógica, pero se basaba en una teoría sin verificar. No es difícil encontrar otros ejemplos de los peligros que esto implica.

Después de un ataque cardíaco, algunas personas presentan trastornos del ritmo cardíaco llamados arritmias. Quienes las padecen corren un riesgo mayor de morir que aquellos que no las padecen. Dado que hay medicamentos que suprimen las arritmias, parecía lógico suponer que estos también reducirían el riesgo de muerte después de sufrir un ataque cardíaco.

En realidad, los antiarrítmicos tuvieron exactamente el efecto opuesto. Estos fármacos se habían probado en ensayos clínicos, pero solo para ver si reducían las anomalías del ritmo cardíaco. Cuando, en 1983, se evaluó por primera vez de forma sistemática la evidencia proveniente de los ensayos, no hubo indicios de que estos medicamentos redujeran las tasas de mortalidad. [2]

Sin embargo, se los siguió usando, y siguieron matando personas, durante casi un decenio. Se calcula que en su momento de mayor uso, a fines de los años ochenta, causaban decenas de miles de muertes prematuras cada año tan solo en los Estados Unidos. Mataban a más estadounidenses cada año que los que habían muerto en combate durante toda la guerra de Vietnam. [3]

Más adelante se supo que, por razones comerciales, nunca se habían publicado los resultados de algunas pruebas que indicaban que los antiarrítmicos eran letales. [4, Véase también Cowley et al 1993]