La necesidad de ir más allá de las impresiones
Si los pacientes creen que algo les ayuda, ¿no es eso suficiente? ¿Por qué es importante tomarse la molestia de realizar una investigación para intentar evaluar de manera más formal los efectos del tratamiento, y quizás averiguar si los ayudó y cómo lo hizo? «Existen al menos dos motivos. Uno es que los tratamientos que no funcionan pueden distraernos de los tratamientos que sí lo hacen.
Otro motivo es que muchos (si no la mayoría) de los tratamientos tienen efectos colaterales, algunos a corto plazo, algunos a largo plazo y algunos aún no identificados. Si los pacientes no emplean estos tratamientos, pueden evitar sufrir sus efectos indeseados. De modo que vale la pena encontrar los tratamientos que tienen muy pocas probabilidades de ser útiles o que podrían ser más perjudiciales que beneficiosos. Asimismo, la investigación puede revelar información importante sobre cómo actúan los tratamientos y, así, indicar las posibilidades de desarrollar tratamientos mejores y más seguros.
Las investigaciones sobre los efectos de los tratamientos son relevantes en todas partes, pero especialmente en las comunidades que se esfuerzan por compartir los recursos sanitarios equitativamente entre todos los pacientes; por ejemplo, en el Servicio Nacional de Salud Británico o la Administración de Salud de Veteranos de los Estados Unidos.
En estas circunstancias, quizás siempre se deben tomar decisiones sobre qué tratamientos representan el menor gasto para los recursos inevitablemente limitados que se destinan a la atención sanitaria. La administración a algunos pacientes de tratamientos que no demostraron ser útiles puede significar la privación para otros pacientes de tratamientos con beneficios comprobados.
Nada de esto debería sugerir que las impresiones y las ideas de los pacientes y los médicos sobre los efectos de los tratamientos carecen de importancia. En realidad, a menudo son el punto de partida para la investigación formal de tratamientos nuevos aparentemente prometedores. El seguimiento de dichas impresiones con investigación formal puede, en ocasiones, contribuir a encontrar los efectos tanto perjudiciales como útiles de los tratamientos. Por ejemplo, una mujer que había recibido dietilestilbestrol (DES) durante el embarazo dos decenios antes fue la primera en sugerir que el medicamento podría haber causado el cáncer vaginal raro que padecía su hija.
Y cuando un paciente mencionó los efectos colaterales inesperados de un tratamiento nuevo que le habían recetado para la presión arterial alta, ni él ni su médico podrían haber imaginado que su comentario conduciría al descubrimiento del fármaco más vendido de todos los tiempos, el sildenafil (Viagra).
Por lo tanto, no se deben desatender las impresiones de las personas sobre los efectos de los tratamientos, pero rara vez constituyen per se una base fiable para extraer conclusiones sólidas sobre los efectos de los tratamientos, menos aún para recomendar tratamientos a otras personas.