Prólogo por Ben Goldacre
La medicina no debería ser una cuestión de autoridad, y la pregunta más importante que se puede formular sobre cualquier afirmación es simple: «¿Cómo lo sabe?». Este sitio web trata sobre la respuesta a esa pregunta.
Es inmenso el cambio que se ha producido en la forma en que las personas que trabajan en el campo de la medicina se relacionan con los pacientes. En un pasado lejano, la «capacitación en técnicas de comunicación», como la que era, consistía en aprender cómo no decirle a su paciente que estaba muriendo de cáncer. Hoy en día, les enseñamos a los estudiantes —y esta es una cita textual del material de clase— cómo «trabajar en colaboración con el paciente para obtener un resultado de salud óptimo». Actualmente, en el estado ideal de la medicina, los pacientes participan, si lo desean, en el análisis y la elección de sus propios tratamientos.
Para que esto suceda, es fundamental que todos entiendan cómo sabemos si un tratamiento da resultado, cómo sabemos si tiene desventajas y cómo sopesamos los beneficios y los daños para determinar el riesgo. Lamentablemente, los médicos muestran deficiencias en esto, tanto como cualquier otra persona. Y lo que es aún más triste, hay todo un ejército esperando para engañarnos. Ante todo, en esta galería de bribones, podemos engañarnos a nosotros mismos. En su mayoría, las enfermedades tienen una historia natural, en la que mejoran y empeoran en ciclos, o al azar. Por esto, cualquier cosa que haga, si actúa cuando los síntomas están en su momento más álgido, podría hacer que un tratamiento parezca eficaz, porque va a mejorar de todos modos.
El efecto placebo también puede engañarnos a todos: las personas en verdad pueden mejorar, en algunos casos, simplemente por tomar una pastilla placebo sin ningún principio activo y por creer que sus tratamientos son eficaces. Como sostiene Robert M Pirsig en Zen and the Art of Motorcycle Maintenance: «la verdadera finalidad del método científico es asegurarse de que la naturaleza no nos lleve erróneamente a pensar que sabemos algo que en realidad no sabemos».
Pero también están aquellos que alardean de los estudios científicos. Si hay un mensaje clave en este libro, y es una frase que tomé prestada y utilicé incansablemente, es el concepto de “prueba imparcial”. No todos los ensayos se conciben de la misma forma, dado que hay tantas maneras de que una investigación científica sea tendenciosa y brinde equivocadamente lo que alguien, en algún lugar, piensa que debe ser la respuesta «correcta».
A veces la evidencia científica puede ser distorsionada por distracción o por los motivos más inocentes (en la medida en que el motivo importa). Médicos, pacientes, profesores, enfermeros, terapeutas ocupacionales y directores pueden casarse con la idea que un tratamiento verdadero, en el cual han invertido tanta energía persona, es de oro.
En algunos casos, la evidencia científica puede ser distorsionada por otras razones. Sería desacertado caer en teorías superficiales de conspiración en la industria farmacéutica, quien ha aportado adelantos importantísimos que salvan vidas. Pero también hay mucho dinero en juego en algunas investigaciones, y por razones que conocerá en este libro, el 90 % de los ensayos son llevados a cabo por la industria. Esto puede ser un problema, cuando estudios financiados por la industria tienen una probabilidad cuatro veces mayor de obtener un resultado positivo para el medicamento del patrocinador que los ensayos que cuentan con fondos independientes. Lanzar un medicamento nuevo al mercado cuesta hasta 800 millones de dólares: la mayor parte de este monto se gasta antes de que el medicamento llegue al mercado, y si el medicamento no resulta bueno, el dinero ya está desembolsado. Cuando lo que está en juego es tan alto, a veces los ideales de una prueba imparcial pueden fallar. [1]
Asimismo, la forma en que la evidencia científica se comunica puede estar distorsionada y llevar a conclusiones erróneas. En algunos casos, esto puede darse en la presentación de datos y cifras, al contar solo una parte de la historia, restar importancia a los defectos y seleccionar con cuidado la evidencia científica que muestra un tratamiento bajo una luz especial. Sin embargo, en la cultura popular, puede haber procesos más interesantes que entran en juego. Tenemos un comprensible deseo de curas milagrosas, aun cuando la investigación muchas veces se trata de mejoras modestas, reducción del riesgo y decisiones subjetivas. En los medios de comunicación, con demasiada frecuencia, esto puede ser relegado en una andanada de palabras como «cura», «milagro», «esperanza», «adelanto trascendental» y «víctima». [2]
En una época en que muchos están tan deseosos de tomar las riendas de sus propias vidas y de involucrarse en las decisiones sobre su propia atención sanitaria, es triste ver tanta información distorsionada, que no hace más que quitarnos poder de decisión. En algunos casos, estas distorsiones se presentan en torno a un medicamento en particular: la presentación en los medios de comunicación del Reino Unido de Herceptin como cura milagrosa para el cáncer de mama quizás sea el ejemplo más contundente de los últimos tiempos. [3]
No obstante, a veces, al promocionar sus propios tratamientos y al refutar la evidencia científica en contra de estos, los fanáticos y sus amigos de los medios pueden provocar un daño aún mayor, ya que socavan activamente la comprensión de la población de cómo sabemos si algo es beneficioso o perjudicial.
Las pastillas de azúcar homeopáticas no darán un mejor resultado que las pastillas placebo al compararlas en la mayoría de las pruebas imparciales. Pero cuando se los enfrenta a esta evidencia científica, los homeópatas aducen que hay algo errado en la idea de realizar un ensayo, que hay una razón complicada por la que sus pastillas, de manera exclusiva entre las demás, no se pueden evaluar mediante pruebas. Los políticos, al enfrentarse a la evidencia científica que demuestra que el programa educativo para prevenir el embarazo adolescente que apoyan ha fracasado, pueden caer en el mismo tipo de defensa especial. En realidad, como este libro mostrará, cualquier aseveración sobre el efecto de una intervención puede ser objeto de una prueba imparcial y transparente. [4]
En ocasiones, estas distorsiones pueden ser más profundas aún y afectar la comprensión de la ciudadanía en general. En una «revisión sistemática» reciente de todas las pruebas más imparciales, se observó que no existía evidencia científica que probara que tomar vitaminas antioxidantes puede prolongar la vida (de hecho, incluso pueden acortarla). Con este tipo de resumen, tal como se explica muy bien en este sitio web, se siguen reglas claras, y se describe dónde buscar evidencia científica, qué evidencia se puede incluir y cómo se debe evaluar su calidad. Pero cuando las revisiones sistemáticas producen un resultado que cuestiona las aseveraciones de los fabricantes de suplementos antioxidantes, los periódicos y las revistas se llenas de críticas falsas que sostienen que se eligieron de manera selectiva los estudios individuales para la revisión sistemática; que deliberadamente y por razones de filiaciones políticas o lisa y llana corrupción, se ha hecho caso omiso de esa evidencia científica favorable; y así sucesivamente.[5] Es una situación lamentable. La noción de revisión sistemática —analizar la totalidad de la evidencia científica— es tranquilamente una de las innovaciones más importantes de la medicina de los últimos 30 años. Al defender su negocio, obstaculizando el acceso de la población a estas ideas, los periodistas y las empresas farmacéuticas pueden provocarnos un gran perjuicio.
Y ahí es donde está el problema. Son muchas las razones para usar este sitio web. En el nivel más simple, lo ayudará a tomar sus propias decisiones sobre su propia salud de una manera mucho más informada. Si trabaja en medicina, los capítulos que siguen probablemente se destacarán con mucho de cualquier formación que haya tenido en medicina basada en la evidencia científica. En lo que respecta a la población, si más personas entienden cómo hacer comparaciones imparciales y determinar si una intervención es mejor que otra, entonces, como los autores arguyen, en lugar de temer a la investigación, el público podría luchar activamente para tener una mayor participación en la reducción de las incertidumbres que rodean a los tratamientos que les interesan.
Pero hay una razón final para leer este sitio web, conocer las trampas de nuestro oficio; y esa razón no tiene nada que ver con la cuestión práctica: la realidad es que este asunto es interesante, y espléndido e inteligente. Y en este libro se explica mejor que en cualquier otro lado, debido a la experiencia, el conocimiento y la empatía de sus autores.
Cómo se prueban los tratamientos y su correspondiente sitio web Testing Treatments interactive aportan un enfoque humano a preguntas de la vida real. La medicina tiene que ver con el sufrimiento humano y la muerte, pero también con la debilidad humana de los investigadores y de los responsables de tomar decisiones: y esto se plasma en este libro, en las historias personales y las dudas de los investigadores, sus motivaciones, inquietudes y cambios de opinión. Es raro que se facilite el acceso del público a este costado de la ciencia, y los autores se mueven con soltura, desde los artículos científicos serios hasta los rincones más efímeros de la bibliografía médica, y encuentran perlas desprotegidas de los hilos de discusión detrás de los artículos científicos, comentarios, autobiografías y digresiones informales.
Este libro debe leerse en todas las escuelas, y en todas las salas de esperas. Hasta entonces, está en sus manos. Siga leyendo.
Ben Goldacre
Agosto 2011